Baños de la Encina: de premio
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Baños de la Encina
Un pueblo de premio
El verdadero premio fue Baños de la Encina
Ha pasado poco más de una semana desde que fui a recoger un premio a un pequeño pueblo de la sierra jienense. Os cuento la experiencia:
No voy a disimular que me siento feliz y orgulloso de haber recibido ese premio, sobre todo porque es el primer premio, digamos serio, que gano desde que eché a andar por este camino de baldosas "enletradas".
El que me conoce sabe de mi afición y predilección por los microrrelatos y los relatos cortos, y cada vez que tengo algún tiempo de sobra me gusta participar en diferentes certámenes literarios. En esta ocasión, el jurado consideró que mi texto era merecedor del premio. Al final del post os dejaré el microrrelato que se alzó como ganador del VII Certamen de Microrrelatos "Villa de Baños de la Encina".
Recibir un premio es una experiencia indescriptible para alguien que ama la literatura y le encanta lo que hace. No soy muy amigo de hablar en público, pero la ceremonia de entrega es algo ineludible y al final acaba por llegar a su fin.
Pero el premio en realidad no fue ese reconocimiento, los ejemplares recibidos o la dotación económica; el verdadero premio fue estar allí, en ese bonito pueblo por el que parece no pasar el tiempo, y, sobre todo, compartir esos momentos con los bañuscos.
Siempre resulta agradable conocer a escritores y a escritoras de todas partes, lo que me lleva a hacer un inciso para felicitar a los ganadores de las demás categorías, e igualmente a sus finalistas. Son personas extraordinarias que aman la cultura tanto como yo.
Agradezco igualmente al Ayuntamiento de Baños de la Encina por confiar y mantener tantas actividades culturales; eso no tiene precio en los tiempos en los que vivimos.
Fue un placer conocer y pasar un buen rato con Antonio -el señor alcalde- y su magnífica familia, con Manolo -el técnico audiovisual- y familia, con la gran Pepa Cantarero, con Alfonso Monteagudo, y con todos los demás premiados y sus familias y acompañantes. Fue una noche del sábado inolvidable.
Y la cosa no quedó ahí, porque el domingo nos tenían preparada otra sorpresa: una ruta turística teatralizada por los monumentos más significativos del pueblo. Y fue espectacular gracias a sus magníficas guías, que consiguieron hacer de un día gris y de lluvia, una jornada para no olvidar. Bravo por toda esa gente que hace posibles cosas como estas.
En resumen, que el verdadero premio fue pasar unas cuantas horas en un lugar tan maravilloso y sentir el calor y el cariño de todo un pueblo, y prometo volver muy pronto...
Con cariño: Fran Cazorla.
Aquí os dejo el microrrelato ganador:
El difícil adiós
Con todo el dolor de su corazón, y a pesar de lo mucho que la quería, el momento de deshacerse de ella había llegado. Tomó la decisión final mientras apuraba el botellín de cerveza y le pedía la cuenta a Mariano.
Hacía mucho calor, no se veía un alma por la calle, y él caminaba cabizbajo y a paso lento en dirección a casa. Era mejor hacerlo en ese momento, pensó, ¿para qué esperar? Se fue directo a la parte de atrás de la casa, la dejó allí cuando bajó al bar.
Se quedó mirándola fijamente, de pie, en silencio. Descansaba plácidamente bajo la pérgola del jardín, como si no pasara nada, como si nunca le hubiese fallado, como si nunca le hubiera hecho daño. Miró su mano y recordó una a una cada cicatriz sobre su piel. No volvería a pasar.
Lo peor fue llevarla hasta el barranco del vertedero, porque como él mismo esperaba, ni quiso ni se lo puso fácil, y finalmente tuvo que ir arrastrándola prácticamente. Una vez allí, la miró con cariño, sonrió por todos los momentos buenos que pasaron juntos. Dudó por un instante.
Intentó abrazarla a su manera, buscó una reconciliación imposible, y nuevamente lo hirió en la mano. La maldijo iracundo, gritó de dolor y sin más dilación, la despeñó.
Una hora más tarde se sentó en el taburete y pidió una cerveza. Mariano le preguntó por la sangre de su mano.
Ya no hay moto, respondió.